Monterrey: el reto de conjuntar crecimiento económico con cuidado ambiental y bienestar social

A lo largo del tiempo Monterrey se ha posicionado como uno de los estados clave para la captación de inversión y desarrollo. Tan sólo durante 2021 la región aumentó en un 6.1% su producto interno bruto (PIB) alcanzando un total de 1,017 mil millones de pesos acorde con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Pero esto no es nuevo, desde hace tiempo, la región se ha convertido en uno de los epicentros económicos e industriales más importantes del país. En 2022, alrededor de 166 empresas invirtieron unos 4 mil 500 millones de dólares en fábricas, líneas de producción y ampliaciones de plantas.

Para 2023, la entidad augura un récord en la captación de inversión extranjera directa derivada del nearshoring y, es que, a la región del norte el futuro parece sonreírle. Tan sólo durante este año se espera que lleguen entre 100 y 150 nuevas empresas a instalar sus operaciones en el territorio, con lo cual, se estima que su PIB crezca a un ritmo aproximado del 3.6% anual.

Pareciera que Nuevo León lo tiene todo: una posición privilegiada por su proximidad con los Estados Unidos que permite a las empresas exportadoras reducir costos logísticos y tiempos de transporte, una mano de obra sumamente calificada y el primer lugar en innovación y desarrollo de acuerdo con el Índice de Competitividad Estatal 2023 que realizó el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

Sin embargo, en medio de la luz podría haber obscuridad. De acuerdo con el Índice de Competitividad Estatal 2023, Monterrey ocupó el lugar número 13 en cuestiones ambientales. El estado no ha podido hacer frente a sus grandes retos ambientales: la mala calidad del aire sigue en aumento; la falta de vegetación, la inexistencia de políticas que impulsen el desarrollo sostenible y el desabasto de agua podrían poner en entredicho la viabilidad del estado.

El grave problema hídrico de la región en una de las zonas más productivas del país no es un asunto menor, requieren de un involucramiento urgente y efectivo entre gobiernos, industria privada y sociedad en general.

Sin las medidas pertinentes, Monterrey podría convertirse en un claro ejemplo de todo lo que no se debe hacer; pero también, abre la discusión sobre la importancia de transitar hacia un nuevo modelo de economía circular. La cuestión es ¿cómo podemos lograr un desarrollo sostenible?

En este sentido, durante Encuentro+B que se llevó a cabo en el estado el pasado 25, 26 y 27 de octubre; Silvia Vilas, Chief Financial Officer de Natura América Latina, invitó a las empresas a reflexionar sobre la importancia de caminar hacia un modelo regenerativo donde se pueda medir no sólo el aspecto financiero sino también el impacto positivo.

“Hoy más que nunca estamos convencidos que transitar hacia un modelo de
economía regenerativa no es una opción, es una realidad. Las áreas de finanzas debemos tener claro que no hay capital sin materia prima y no hay materia prima sin un ecosistema sano, el círculo es así, la única certeza que tenemos es que no puede haber prosperidad sin calidad de vida”, destacó la ejecutiva.

Ciertamente, mucho se habla de economía circular, pero ¿cómo medirlo? ¿cómo podemos cuantificar de manera efectiva el impacto positivo?, y ¿cómo podemos aterrizarlo a los balances financieros de las empresas?

Para Vilas, una transición real solo es posible si somos capaces de medir nuestros impactos y valorarlos a través de métricas comparables a los aspectos financieros de las organizaciones. En este sentido, Natura, desarrollo una herramienta de gestión que incorpora las ganancias y las pérdidas para medir e informar los efectos sociales y medioambientales del negocio denominado IP&L (Integrated Profit & Loss, en inglés; Pérdidas y Ganancias Integradas en español)

Esta nueva herramienta permite contabilizar en términos monetarios no sólo los resultados financieros, sino también el impacto de la operación empresarial en las dimensiones medioambiental, social y humana.

“Para lograrlo trabajamos en un balance, en un P&L tal como lo conocen la mayoría de los financieros, le agregamos una columna, la monetización del impacto ambiental y lo hicimos público. Los primeros resultados que obtuvimos fueron increíbles, por ejemplo, descubrimos que la etapa de uso de parte del consumidor representa un impacto adicional que triplicaba el de las etapas de la cadena de negocios, especialmente derivado del uso de agua y energía. Esto volvió a nosotros como una gran responsabilidad compartida con nuestros consumidores: ¿no será que tenemos que impulsar una red de empatía y conciencia sobre el uso responsable de productos?”, mencionó la directiva.

Para Natura, este nuevo modelo les ha permitido descubrir que, en 2022, por cada dólar de ingresos generaron un retorno neto (NET) de US$ 2,7 en impactos socioambientales.

“Sabemos que no es suficiente con que nosotros hagamos las cosas bien para generar una transformación verdadera. Queremos que instrumentos como el IP&L sean inspiración para desarrollar una nueva economía en la que el valor real de los productos y servicios incorpore los impactos en todas las dimensiones. En la medida en que más empresas comiencen a atribuir valor monetario a sus impactos y brinden transparencia a sus resultados, podremos transitar juntos hacia un verdadero modelo de capitalismo de stakeholders”, concluyó Vilas.

Sigue nuestros contenidos en Twitter.

Consulta más noticias aquí.

Deja un comentario

Tendencias